Esperar, COMER, BEBER y buscar la FELICIDAD

A veces hace falta recordarle a determinada gente para que se asoman a "la barra de un bar".

Los actos de comer y beber, más allá de sus aportes en nutrientes esenciales e indispensables para la vida, han sido y son prácticas culturales, sociales y emocionales. A lo largo de la historia y en culturas diversas, los alimentos se han utilizado en momentos de trascendencia social y cultural como rituales, fiestas o sacrificios, y de igual modo, lejos de estos actos de más alcance social la comida y bebida ha formado y forman parte de nuestras vidas de una manera especial y cotidiana, como de la vida familiar, de las relaciones sociales, y también de los tiempos para estar con uno mismo.

Los momentos en los que está presente en desayunos, almuerzos, comidas y cenas son momentos de convivencia, de estar con los otros, de creación y mantenimiento de vínculos y apego familiares y sociales. En cierto modo por ello histórica y culturalmente sentarse alrededor de una mesa ha sido un tiempo de reposo y calma, que ha ido más allá del hecho de comer y beber, y donde lo importante ha sido el compartir con los otros y dejarse llevar por el presente, el aquí y ahora.

Al mismo tiempo y paralelamente a la mesa, la cocina como espacio con sus fogones, fuego, calderas, recipientes y demás utensilios ha sido el lugar previo a que la “mesa” tuviera la importancia que se merecía, por ello la cocina y el hecho de cocinar han tenido y tienen aún hoy en día una importancia que trasciende en si mismo lo que son los alimentos cocinados. Cocinar para los otros ha sido una acto de amor, con el que agradar, agasajar y cuidar a los otros a través de la comida que se ha querido especial. La lentitud de la cocción, los alimentos selectivamente escogidos, las recetas elaboradas, la preparación al instante, los menús pensados, etc. han sido parte sustancial para que la “mesa” como acto social y cultural tuviera la importancia que se merecía y por ello la “cocina” también la ha tenido en todas sus dimensiones.

Desde una faceta más individual, han estado y están presentes como un acto de estar con uno mismo. Saborear y degustar un alimento elaborado u oler una infusión o un café son momentos en los que el tiempo se para, para disfrutar a veces de la nada, a veces de los pensamientos, a veces de la lectura. Son momentos sin prisas, sin demandas ni exigencias, donde lo que prima es la conexión con uno mismo.

Hoy en día los ritmos sociales que tenemos en nuestros contextos nos imponen unos tiempos en los que los actos de comer y beber pierden su significado, en otros contextos somos nosotros quienes los olvidamos y hacemos de ellos una exigencia, prisa, urgencia, etc. dejando de lado parte de sus finalidades y objetivos como el compartir, el relacionarnos, el crear vínculos y apegos, el dejarnos llevar y estar con nosotros mismos, el saborear el tiempo de cocción y la comida y bebida que ingerimos.

Darle continuidad a lo que fue y aún sigue siendo “la mesa” y “la cocina”, según lo expuesto, es una tarea compartida, con sentido, para el disfrute propio y de los otros. Es darle a nuestra vida y sociedad un sentido que va más allá de exigencias y contextos sociales. Es al fin y al cabo recoger pedacitos de felicidad allá donde estamos y vamos, lejos de exigencias, urgencias, prisas y lo que a veces pensamos que deben ser las cosas



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