Un ARCOIRIS como BANDERA

Luisa (nombre ficticio) empezó a asomarse por el bar. Vino un día sola, luego con un chico y un perrito, después con un grupo de amigos y amigas.

Pasados unos días empezó a coger confianza y me dijo que estaba casada con el chico del que venía acompañada con un perrito. Dentro de nada celebraban su aniversario. Se habían casado en una de las residencias en que habían estado.

Luisa tiene casi sesenta años, y su marido, le pondremos de nombre Toni, tiene treinta y tantos. Se piden siempre dos cafés largos y un bocadillo. Beben y comen y apenas hablan. A Toni le tiembla la mano continuamente, es de las cosas en que mi vista se fijó. Y apenas habla. Es Luisa la que suele mantener conversación.

Un día mirando la bandera del arcoiris en una de las macetas de la terraza me dijo: esa es mi bandera y siempre será. Yo viví 18 años con una jueza de Valencia, que ahora trabaja en la ciudad de la justicia.

Curiosamente Bernardo me había dicho esa misma mañana que le parecía que Luisa era lesbiana aunque estuviera casada con Toni.

Luisa más tarde me dijo que la vida da vueltas, pero hay cosas que siempre se llevan dentro, aunque cambien las circunstancias. Ella se ha casado y quiere a su marido me dijo, le da compañía y afecto, es un apoyo y cómplice en una residencia donde se sienten limitados y controlados. Lo mejor que le podía pasar. Pero su corazón tiene y tendrá siempre afecto por la bandera ARCOIRIS me dijo.

Se me quedaron cosas por preguntarle, curiosidades personales que forman parte de mi voyerismo particular. Me hubiera gustado saber si añora coger la bandera entre sus manos, si la institucionalización se la ha robado, cual es el peso de la compañía y apoyo frente el deseo... y tantas otras cosas que me pudiera enseñar.

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